No me cuesta soñarte
y darte forma con el frío
de mis manos invisibles.
No me cuesta respirarte
porque mi aire
es el viento de otoño
que le da forma
a tu rostro huidizo.
No me cuestas
y por eso tu imagen está fundida
en la piel de mis pasiones.
Ahí estás...
siempre fantasma,
siempre intangible,
siempre incierta
y salida del vacío que dejas
por nunca haber existido.
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