junio 30, 2012

Mis vecinos de la acera















Mis vecinos de la acera
casi siempre son invisibles,
se han fundido con el paisaje,
nos acostumbramos a ellos
tanto como a la guerra.

Mis vecinos de la acera
padecen de incertidumbre aguda,
sufren de miedo terminal,
tienen tantas preguntas
que dos vidas dignas
no bastarían para responderlas.

Mis vecinos de la acera
son los habitantes más tristes
de un planeta donde la miseria
crece tanto como la ambición,
son los hijos bastardos de un sistema
en el que la infamia va a donde le da la gana.

Mis vecinos de la acera
conocen muy bien la muerte,
de alguna forma se han escondido de ella,
pero su vida no es muy diferente
de un evento mortal
que se repite día tras día.

Mis vecinos de la acera
fueron desplazados de la vida,
fueron aislados de la dignidad
y condenados a refugiarse
en su silencioso vacío existencial.

Mis vecinos de la acera
viven en muchos lugares,
pero nunca en la tierra
de la que fueron barridos,
ese trozo de planeta
en el que se quedó abandonada
su confianza en la vida.

Mis vecinos de la acera
son parte de la ciudad,
pero no por eso sus problemas
son los nuestros,
nosotros nos tapamos los ojos,
dejamos de escuchar para no percibir su miseria,
desconectamos nuestra conciencia
para que su absurda condición
no perturbe la comodidad de nuestra vida.

A veces los veo, trato de dibujar
su oscura vida de acera en mis emociones,
a veces me pregunto cómo se vive
con una mezcla tan enorme de hambre y dolor…
a veces… cuando vuelvo a sentir.

Según cifras oficiales, en Colombia existen más tres millones de desplazados por la violencia. Eso, sin contar los miles que no han sido reportados y todos los demás que han desaparecido, quizás porque debían ser invisibles o quizás porque fueron víctimas de una espantosa práctica de higiene social.

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