Tengo la extraña sensación
de haber atravesado muros y fronteras,
de haber sido arrancado de las nubes
en un estallido de pasión silenciosa.
Tengo la sensación
de haber perdido algunos pasos
o de haberlos dejado olvidados
en ese futuro
que ha tardado tanto en llegar.
Tengo la sensación
de que mi percepción del tiempo
ha convertido los días en segundos
y algunas cosas han pasado
sin respiro ni huella.
octubre 30, 2009
octubre 27, 2009
Una vez más,
tengo que imaginar la música
y sumergirme con calma
en el silencio de mi propia
insatisfacción,
mientras aquí afuera
algunas voces fantasmas
se convierten
en espíritus indeseables
y en crudas tormentas vacías…
Una vez más,
me refugio en el café
y sorbo a sorbo
mis palabras ahogadas
agonizan en su color oscuro,
se mezclan con
sueños irrealizados
y se descomponen
como cartas secas sin leer…
tengo que imaginar la música
y sumergirme con calma
en el silencio de mi propia
insatisfacción,
mientras aquí afuera
algunas voces fantasmas
se convierten
en espíritus indeseables
y en crudas tormentas vacías…
Una vez más,
me refugio en el café
y sorbo a sorbo
mis palabras ahogadas
agonizan en su color oscuro,
se mezclan con
sueños irrealizados
y se descomponen
como cartas secas sin leer…
Invierno número 10
Un manto gaseoso, oscuro y pesado
se tiende tenebrosamente
de norte a sur, del amanecer al ocaso,
los fantasmas de la mañana
deambulan en presentimientos líquidos
y verdes campos
irremediablemente solos.
Abandonadas, las rocas secas
laten de prisa,
se mueven y se mueren
en la quietud perpetua,
sus almas son de río,
sus alas, de metal arenoso,
sus locuras, explicables e inconclusas.
La llovizna,
imprecisa y fría como el gris,
lejana como el sueño,
se hace niebla y calla el miedo,
mata el sol, abraza el aire,
su grito ahogado
arrastra consigo
pájaros ausentes
y mariposas congeladas.
Los pensamientos indefinidos escapan,
la atmósfera sueña,
alucina con aviones
y personas que se esconden
de su propia insatisfacción
y su miedo al invierno...
se tiende tenebrosamente
de norte a sur, del amanecer al ocaso,
los fantasmas de la mañana
deambulan en presentimientos líquidos
y verdes campos
irremediablemente solos.
Abandonadas, las rocas secas
laten de prisa,
se mueven y se mueren
en la quietud perpetua,
sus almas son de río,
sus alas, de metal arenoso,
sus locuras, explicables e inconclusas.
La llovizna,
imprecisa y fría como el gris,
lejana como el sueño,
se hace niebla y calla el miedo,
mata el sol, abraza el aire,
su grito ahogado
arrastra consigo
pájaros ausentes
y mariposas congeladas.
Los pensamientos indefinidos escapan,
la atmósfera sueña,
alucina con aviones
y personas que se esconden
de su propia insatisfacción
y su miedo al invierno...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)