agosto 20, 2009

Dios


Cuando terminé la secundaria, Dios me caía mal,

pero un tiempo después comprendí que lo que en realidad

no soportaba era la idea desteñida y hostil de Dios

que me había quedado después de tanta doctrina religiosa

que le aportaba tan poco a mis motivaciones.

Ahora, que puedo ver a Dios hasta en la muerte,

me siento liberado de esa carga tan pesada

que era odiarle con rebeldía y perderme la oportunidad

de sentirle en cada respiro.

Ahora me pregunto si los que dicen odiarle

y los que en verdad lo hacen, padecen de esa misma

anemia espiritual a la que tanto

contribuyen ciertos maestros, presidentes, obispos,

papas e hipocresías morales milenarias...


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