Abrir la ventana y mirar al parque es como mirar a un trozo de universo que se quedó congelado en la noche. Luces amarillas, árboles octogenarios y ecos de voces infantiles siguen jugando entre viento helado y ambulancias lejanas. Una brisa lejana se ve correr entre la hierba y las hojas que caen toman esa forma indefinida propia de las memorias poco notables.
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